domenica, luglio 12, 2009

El rito de paso

En un par de días me voy a Cherán.
Es verdad que después de haber terminado todos los ensayos descansé, se acabó el estrés de la escuela. Pero no estoy del todo tranquila. Traigo un gusanito en el estómago, de esos muy inquietos que no dejan de moverse cuando voy a empezar algo nuevo, por ejemplo un viaje, antes de entrar a clases, antes de una mudanza, la primera navidad que llevé un novio a casa, cuando mi examen profesional, en un nuevo trabajo, cuando hacíamos InternacionalES, la primera vez que llegué a Italia sola, el día de mi graduación, cuando era tenista, y así ad infinitum

Ya tengo dónde llegar, me falta comprar mi grabadora, mis botas para la lluvia, hacer la maleta. Llevaré sartén, ollas, sal, aceite, pasta, trastes, albahaca, dos pares de tenis, mi computadora, unas cuantas películas, lámpara, [muchos]libros, diario (de campo y personal), cámara, ganas y nervios.

Tengo pensado salir de ahí una vez, sólo para el año de Felipito, después me vuelvo. Claro, tendré que ir una que otra vez a Morelia a entrevistar funcionarios, a revisar archivos, al Balcón, a chismear, a tener un poco de ciudad, a comprar libros, a pensar.
Por lo demás estoy emocionada de ver Cherán con mis ojos, sin Matteo a un lado hablándome de la oficina del migrante, de la comida o de Rosalina y Romualdo, sin sus juicios y prejuicios de italiano. No quiero ver su Cherán, porque él no quería verlo, nunca quiso estar ahí. Quiero ver el Cherán de Marco Calderón, de Pierre Castile y de Ralph Beals, con Liffman repitiéndome que toda tradición es inventada y que el patrimonio es pura polaca, con Dominique pidiéndome que no me olivde de la voz de las mujeres, con Andy insistiendo en que Cherán está inserto en la sierra purépecha ésta es socialmente construída.
Volveré a tomar fotos, muchas fotos... volveré a mi diario, obligada por mí y por el Colmich.
Ya me quiero ir